miércoles, 26 de enero de 2011

Io sono l'amore















"Cómete ya tu propio
cerebro fatigado:
es la fruta del día."
Aurora Luque


Hoy, como tantas veces, sufrí de sobreabundancia potencial. Tanto deseaba escribir, leer, pero no de cualquier modo, ni siquiera cómo suelo hacerlo: dejándome los restos en el empeño. Me sentía poseída por ideas rollizas pero fugaces como los cerdos que salen volando de los corrales en las historias del realismo mágico. Quería leer, a la vez, poemas de Aurora Luque y los cuasicuentos de Antonio Tabucchi recogidos bajo el eufónico título: "Los volátiles del Beato Angélico" Necesitaba, además, pensar en la bella, arrebatada película -"Io sono l'amore"- que vi anoche en el teatro Olimpia de Huesca; relamerme de los labios y los ojos el recuerdo de la maravillosa actuación de la actriz Tilda Swinton. Me urgía también anotar vínculos que encontré entre esta película y Milán Kundera porque se me antojó ver la evolución de la protagonista en relación con lo que transmite la esbeltez física de su figura y la trágica levedad metafísica de su drama existencial. Al comienzo de esa historia, el principio de gravedad de las convenciones familiares de la burguesía milanesa a la que pertenece Emma, la convierten en una mujer-columna, enhiesta, anclada, elegantemente pesada y digna, soterradamente triste, sospechosamente resignada, como un gran crucifijo clavado en el granito. Es el momento de la todavía soportable gravedad del ser. A medida que el film avanza, se diría que Emma asimila estos versos de Aurora Luque:

"Tienes que vivir vidas. No la tuya,
no sólo la acordada,
también las aledañas, las pospuestas,
las previas, las futuras."

Y Emma por fin robará vida al sinvivir sobrellevable que llevaba y emprende sus escapadas. Aquí Tilda Swinton compone y descompone los más hermosos y trémulos gestos de la incertidumbre ilusionada, de las dudas, del regocijo que le provoca el laberíntico viaje hacia un amor no tolerado. Es el momento de la más dulce levedad del ser. Mientras hacen el amor en la hierba, ella se vuelve leve y casi transparente, flota entre fosforescencias de insectos y crescendos musicales, el rostro se le ablanda y desdibuja como a una santa abrumada por su propia estela luminosa.

Emma sabe que (seguimos con el mismo poema de Aurora Luque)

"En esa cesta hay uvas esenciales,
cerezas infantiles,
húmedas fresas que prometen bosques,
ese sabor a verde ciruela del verano

pero también:

y una pulpa dorada, inmasticable"

Al final de la película, a Emma le es imposible tragar el dolor que acontece en otro afluente de la historia principal. La insoportable levedad del ser aplasta a Emma en la cama del hijo. Emma es ahora una estatua yaciente, un estupor sin facciones.

No quiero desvelar el final, no quiero ser más concreta. Solo diré que a Emma le queda todavía un nuevo estado de ser que tiene y no tiene qué ver con la levedad y el peso. Adivino angosto el camino por el que ella accede a lo genuino. Que lo genuino sea gozoso o doloroso es otra historia. En todo caso, ese riesgo exige siempre el noviciado de despojarse de todo lo demás.

Yo, hoy, fluctué todo el tiempo entre frutos maduros que se me acabaron pudriendo como a Buridán se le malogró el asno. No supe despojarme y elegir. No quería conformarme con la fruta del día. Pero he sido, al menos, capaz de escribir esto cuando estaba a punto de comerme mi propio cerebro fatigado.





domingo, 16 de enero de 2011

"Bullicio de desamor"




Alena Collar, directora de la revista de difusión cultural y artística “Alenarte”, se ha interesado por mi reciente poemario –titulado “Bullicio de desamor”- al igual que muchos de los que seguís esta bitácora. Me habéis escrito a mi correo electrónico preguntando por el medio de conseguirlo y la editorial. Mi gratitud para todos por vuestro deseo de haceros con un ejemplar de mi poemario, pero lamentablemente ya no dispongo más que del reducido número que veis en la fotografía, al menos, de momento. Se debe a que la publicación del poemario surge de resultas de haber obtenido el primer premio en el IX Certamen Poético Ramón de Campoamor y consiste en una edición limitada. Al acto de entrega acudió numeroso público y se repartieron allí unos ciento y pico ejemplares aparte de los que se repartirán en algunas bibliotecas. De cualquier modo, más adelante es probable que me plantee sacar una segunda edición ampliada con otros poemas que no incluí en la primera. En este caso os comunicaría la noticia en mi blog.

También tengo intención de colgar aquí alguna entrevista, información de eventos en los que participo, reseñas de periódicos, etc… Me he resistido a hacerlo porque…, bueno, porque soy un desastre a la hora de tomarme molestias relacionadas con el asunto de promocionarse y esas –con perdón- mundanidades; necesarias, supongo, pero aburridísimas. Una de mis sobrinas, cuando era muy pequeñita se quejaba siempre de la obligación de asistir al colegio y decía: “Yo solo quiero ir al recreo y colorear” Cuando trabajaba en la enseñanza no tenía más remedio que ocuparme de mil cuestiones formales, informes, papeles oficiales, cuestionarios y demás, amén de las clases de filosofía. Me decía a mí misma aquello que Calderón clamaba: “Yo sueño que estoy aquí/ de estas prisiones forjado/ y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi.” Yo no quería más que escribir y colorear. Ahora sueño con dedicar todo mi tiempo a destilar esencias. Es lo que hay. Parafraseando despiadadamente a Calderón: sueño que la vida no es un frenesí, una sombra, una ficción… y que el mayor bien no es pequeño y que toda la vida no es sueño y que los sueños no solo sueños son.

jueves, 13 de enero de 2011

Klimt que estás en los cielos.








A propósito del comentario de mi amiga la pintora holandesa afincada en Valderrobres, (esto de mi-amiga-la-pintora-holandesa es una forma de designar a mi amiga la pintora holandesa que a ella le hace mucha gracia) aprovecho para homenajear un poquito a Klimt. Dice ella: “Klimt en el cielo y Poussin en la tierra” refiriéndose a los dos pintores y a mi poema de la entrada anterior.

Sí, Klimt en el cielo, pero no solo por sublime, sino porque parece que el punto de vista de sus obras se localizara en lo alto. Siempre, cuando observo sus figuras -incluso las que aparecen de pie- tengo la impresión de que están echadas, casi aplastadas contra el suelo, aunque felizmente aplastadas, como si una nube las hubiera pisado sumiéndolas en un placentero sopor. Para mí ese es el doble atractivo de Klimt: por un lado, su mirada elevada contemplando el trajín humano desde las estrellas, pero por otro, su cualidad terrenal en la percepción de la sensualidad de la mujer, de sus ciclos y sus lunas y su sexualidad. En sus dibujos, menos conocidos, esto se aprecia aún más que en sus pinturas. Me entusiasman sus dibujos. Hasta he tenido la audacia de colgar éste junto a su fotografía.

Pero volviendo a la parte sutil -de la que, de todos modos, no está exento el asunto del dibujo en cuestión- hubo en mi vida un tiempo particular de terrible soledad sentimental (sí, también existencial) en el que deseé vivamente ser la mujer de “El beso”, el cuadro archiconocido de mi vienés favorito. Ser una pieza de ése o de otros suyos, ser una mujer-amasijo de poros amarillos, dorados, anaranjados y aplastados en el lienzo al lado de otros amasijos de vida solazada: sola-zada y no solamente sola.

Supongo que esa necesidad inspiro ese poema. Y también la asociación inmediata con el cuadro de Poussin titulado “Et in Arcadia ego”, que, aunque traducido reza: “Yo también estoy en la Arcadia”, dentro del contexto temático de la pintura viene a significar que hasta en el paraíso está presente la muerte; ésta aparece representada en la inscripción de la tumba que los pastores señalan.

De todos modos, toda esta racionalización está lejos del instante tumultuoso, confuso, caótico, en que escribí esa poesía. Y sin embargo, ahora, mientras aclaro lo que probablemente sobra, me doy cuenta de cuan extraño, paradójico fundamento hay detrás del acto espontáneo, imperioso, inaprensible de escribir poesía.