miércoles, 31 de agosto de 2011

"A por el mar..."









Dos meses de silencio. Primero me silenció la escritura, intensiva durante tres semanas. Determinadas circunstancias me impusieron un ritmo de trabajo final frenético hasta que acabé mi libro de relatos. La mayoría de los que reuní proceden de hace años pero había que corregir, desarrollar otros dos ya empezados en la letra y solo concebidos en mi mente en su totalidad; había que revisar, vigilar la unidad temática, desechar –no sin pena- todo aquello que no guardara verdadera relación de ideas con el resto. Esa fue mi exigencia primera cuando ideé, cuando necesité escribir estos relatos que son costillas que enhiestan el mismo espinazo. Un espinazo, a veces, dolorido.


Fueron días de encierro a solas a los que seguirían días de expansión. La promesa del mar me alimentó durante mi aislamiento. Primero, las redes de la escritura, pero no como cerco sino como mallas elásticas en torno a mí. La inminencia del mar me conducía a esa imagen asociativa mientras escribía. Alguien tejió para mí ese chal de la fotografía y fue íntimamente simbólico envolverme en él cuando fui a por el mar.