sábado, 11 de diciembre de 2010

La filosofía y el grito.

Abandoné la enseñanza de la filosofía porque necesitaba bajarme de las ideas, de los conceptos. Necesitaba gritar. La literatura es un grito. Años después, encontré esa entrevista a Chantal Maillard y la recorté y la guardé, y ahora la releo entre grito y grito.
Platón. La filosofía.


Chantal Maillard. El grito.



"La sensación es ésta: Chantal Maillard habla en serio. Nacida en Bruselas en
1951 y recriada en Málaga, acaba de publicar Matar a Platón (Tusquets), un libro
que contiene dos largos poemas, el que le da título -"una construcción, la
puesta en escena de la muerte de un hombre aplastado"- y Escribir -"un grito
fragmentario escrito en un tiempo muy difícil"-. Entre uno y otro, un cáncer
grave. Después de ambos, la súbita muerte de su hijo. Chantal Maillard no habla

de eso. La información hay que buscarla por otro lado. "Un tiempo muy difícil",
dice escuetamente. No levanta la voz. Se ríe a veces. Eso sí, parece que habla
en serio cuando dice que ya cree en pocas cosas esta profesora de filosofía que
ha publicado media docena de libros de poemas y que ha escrito ensayos sobre
María Zambrano y sobre estética oriental amén de unos estremecedores diarios:
Filosofía en los días críticos (Pre-Textos).

Chantal Maillard- BERNARDO PÉREZ

PREGUNTA. ¿Qué significa matar a Platón?
RESPUESTA. Significa bajarnos de las ideas, de los conceptos. Mientras vivamos
en el concepto de la muerte no vamos a empatizar con la persona que muere.
P. ¿Cómo puede darse esa empatía?
R. Es imposible... Bueno, supongo que es posible cuando tú eres víctima. Y
entonces, desde luego, no construyes un poema escenográfico. Lo que haces es
gritar. Y eso es escribir, un puro grito. Entonces sí haces de tu propio dolor la posibilidad del
dolor de los demás. Yo me pasé mucho tiempo llorando por la calle cuando veía
algo que le ocurría a otra persona. Claro que ¿hasta qué punto me lo estaba
refiriendo a mí misma? ¿Hasta qué punto es posible esa compasión, ese padecer
con?
P. ¿Hasta qué punto lo permiten las palabras? ¿No imponen su distancia?
R. Sí, sí... No siempre. Entre los dos poemas hay tres años. Pero en tiempo
subjetivo hay más tiempo aún porque han ocurrido cosas que han cambiado mi vida.
P. ¿Y ahora?
R. Ahora me cuesta pensar en la literatura como tal. Ya no creo en ella. En este
libro hay al menos un verso absolutamente cierto: "Escribo porque es la manera
más veloz que tengo de moverme". Era verdad. Estaba paralizada de cintura para
abajo y lo único que se podía mover rápido era mi mano al escribir. Y daba gusto
verla.
P. ¿Cómo se conjuga su lucha contra los conceptos con su formación filosófica?
R. Ésa es mi lucha, claro. Yo no mato al Platón histórico, mato al que hay
dentro de mí. Es una lucha contra la tradición asumida en mí. Y no llego a
matarlo, ésa es la tragedia. Yo vivo en la abstracción, y eso es lo que me hace
difícil convivir con las cosas reales. Y sin embargo creo que la única manera de
vivir el presente es vivir en las cosas mismas. Cada momento, cada instante. No
en las ideas, porque las ideas no ocurren en presente. Las ideas son
generalizaciones que en realidad no existen. No existe lo blanco, no existe la
blancura, existen las cosas blancas.
P. En filosofía parece más difícil matar a Platón que en poesía. ¿Cómo podríamos
pensar sin abstracciones?
R. Si se puede decir que uno cree en algo, yo creo cada vez menos en la
filosofía.
P. ¿No ha encontrado salidas en el pensamiento oriental?
R. Oriente está siendo colonizado por Occidente y por una religión que es la del
sistema de consumo, y que tiene que ver con lo concreto, sí, pero de una manera
muy diferente. Lo que pretende ese sistema es que un individuo nunca llegue a
satisfacerse: por eso puede seguir consumiendo. Hay una especie de resbalar
continuo en superficie que estamos exportando a Oriente. Y ésa no es la
superficie -o el presente, o el instante- que Oriente ha manifestado siempre. Su
enseñanza consistía en captar la esencia de cada cosa, estar con cada cosa en
cada momento. Eso te llena. No pasar de una a otra. Si estás pintando, te llena
estar en lo que estás pintando; si estás cocinando, en lo que estás cocinando;
si llevando un barco, en ese momento, identificándote con el gesto. El gesto es
algo importante, y si se hace automáticamente estaremos siempre en proyecto, que
es una manera de estar en el gran concepto. En el concepto pasado, rememorando;
en el concepto futuro, proyectando, pero no en el gesto mismo.
P. En un verso, usted se pregunta: "Si supiera qué voy a escribir mañana, ¿qué
escribiría?". ¿La respuesta es Escribir?
R. Escribir surgió en un momento en el que yo podía "morir mañana". Y nada tengo
tan presente desde entonces como el poderme morir en cada momento. Y es difícil
compaginar el deseo de vivir mañana con la posibilidad de morir ahora.
P. ¿Más que de la idea de la muerte, la rabia no viene del dolor?
R. Cuando sientes dolor físico lo demás queda en segundo plano, sí, pero no es
sólo eso. Convivimos también con la muerte ajena. Y eso no es dolor físico, eso
es sufrimiento. Y contra eso es contra lo que me rebelo. Me dirás: "Es inútil".
Uno da palos al aire, claro. ¿Y cómo no? Lo que no puedo hacer es asumirlo y
decir: esto es lo que hay. Si mi vida tiene ahora algún sentido, lo tiene porque
me he dicho que tenía que vivir para dar testimonio de mi rebeldía. Nada más,
estoy muy cansada de paraísos, de paliativos, de metafísicas, de grandes
palabras, de consuelos, de promesas. No creo en nada. Por supuesto que es mejor
vivir, pero está tan presente el hecho de que se vive con dolor...
P. ¿Cómo convivir con lo cotidiano, con esta ciudad, con los viajes, con esta
entrevista?
R. Vivo, literalmente, en el aire, de un sitio a otro. Me siento en un no-lugar
perpetuo. Y si tuviera un poco más de salud me gustaría dormir cuando se pusiera
el sol y en el sitio en el que me pillara. Pero mi cuerpo no me deja."