domingo, 18 de septiembre de 2011

La literatura, esa contorsión. Virginia Woolf decía algo parecido cuando regresaba de los mundos llanos ajenos a la escritura, al análisis y la glorificación del símbolo. A veces, no quiero escribir. Sobre todo, a veces, no quiero querer escribir. Intento, incluso, no pensar con palabras. “No más palabras, solo un gesto”, escribió Pavese el último día. “El éxtasis quema”, decía Bolaño. “Por escribir casi la palmo”, confesaba antes de irse, escribiendo... A menudo quiero ser en silencio. En esa “media sonrisa oriental” de la que Chantal Maillard habla en “La creación por la metáfora”. No más palabras. Ni el fin como alternativa. Y ningún drama. Solo ese gesto, esa liberación.