domingo, 12 de diciembre de 2010

Rock duro

Pandora abriendo la caja


Seguramente esta bitácora no es comme il faut. Ni siquiera mis lamentos lo parecen al parecer. De unos días para acá, la forma de expresar mis pesares no ha sido blanda, permeable, dable a los demás, accesible…; eso me han dado a entender. Probablemente sea así. No quiero lloriquear acobardada cuando me vengo abajo, esos gimoteos los dejo en el fondo del pozo, para la intimidad o la soledad, para que solo las sombras y los ratoncillos que pululan en esas aguas intestinas tengan motivos de cotilleo y de compasión. Hay una gran diferencia entre lloriquear y aventurarse en el llanto; entre un llanto en miniatura, que es un retroceder como la bajamar, y un llanto en pleamar que consiste en llorar avanzando sin remedio, encabalgándose sobre el sufrimiento y los mocos en una propulsión terca de voluntad de vivir y exponerse.
A propósito de la entrada titulada “Abatida”, alguien con la aleación ideal de sentido del humor y penetrante complicidad me ha dicho: “Eso es rock duro y no lo de Metálica”. Y yo sonreí liberada y con ganas de contestar: “Vale tío, gracias por tu comentario. Me has alegrado el día. Joder, tío, es que no sabes lo silencioso que está el mundo y lo duro que es estar a la altura de ese silencio cuando una anda aprendiendo a clamar en cinemascope que para el caso eso viene a ser una blog”.
No hizo falta que le contestara eso porque estaba claro que quien así me hablaba conocía el lenguaje de las mareas y el significado de las pleamares. Pero lo digo ahora porque, ya puesta a protestar, diré que lo que escribo no me reduce a lo que escribo y que tampoco soy consciente de expresarme “con esa cosa que impone” (lo de que “impone” me lo ha dicho una amiga como parte de un elogio y lo interpreto con cariño; ojo.) Lo que pasa es que esta vida, sobre todo la socio-laboral, está demasiado contaminada de medidas cautelares, de guisos sosos, de gritos automutilados, de quejas tímidas, de aburrida condescendencia y de descafeinados sorbos al tazón sentimental del más convencional lenguaje y la mesura.
Igual veo que no es para tanto cuando relea esto en perspectiva, pero valga el alegato general. Si no hiciera como Escarlata O’ Hara y, en lugar de revisar lo escrito en cada entrada del blog, no me dijera: “no quiero pensar en lo que he dicho ahora, ya lo pensaré mañana”, probablemente no escribiría nada. No existen escritores pudibundos; ayer mismo lo decía Nabocov en el programa francés “Apostrophe”. Escribir es a lo que me dedico y, en general, lo hago al raso, sin editor que me aliente ni mundanos parabienes ni exhortaciones de sabios ni emolumentos ni otra índole de refuerzos ni toda la vida por delante. Por la posibilidad de escribir es por lo que no me consumo incluso cuando creo que estoy consumiéndome viva. No tengo tiempo de esperar que el mensajero me traiga rosas.