jueves, 8 de septiembre de 2011

Terciopelo negro


Hoy es uno de esos días de furia sensorial. Furia sensorial y cimbreantes ensueños Un día sólo aparentemente tranquilo. La forma del día: una visita al médico, una consulta técnica en una ferretería, un café en una terraza mientras espero a A., un trastear sartenes, espátulas, cuchillos y batidora en un afán culinario creativo, un zambullirse en las cimas del sofá, una clase de piano, un ordenar por encima mi escritorio, un sentarse a escribir.
La materia del día: “la fuerza imaginante”en lenguaje de Bachelard. Me llevo al médico el volumen que trata de la poética del agua y una vez allí valoro si podré leer, releer, mientras aguardo mi turno. Veo que sí puedo, que hay todavía una distensión veraniega en las cuatro personas que vigilan sin apremio la puerta de la consulta. Leo en paz. Logro enseguida una asombrosa imbricación, olvido mi cuerpo que debe de sentirse cómodo y relajado al otro lado de mí; olvido que leo, se disipa la “causa formal”, se diluye el tejido, la conciencia del signo, del lenguaje. Se diluye la conciencia de esa conciencia de la forma retrayéndose de mí.
Misse au point. Puesta a punto para la fiesta íntima que me espera. En un contexto inesperado, Bachelard ha prendido una chispa y las condiciones de posibilidad se han dado. Estoy lista. Una alegría pensante, una exuberancia sensorial, una fluidificación cerebral me dispone a algo parecido a la percepción panteísta, al viaje fenomenológico.
El día conservará la forma descrita. Pero yo me he precipitado muy lejos del día. Y vivo, en este día, tantas Ítacas…
A veces, aunque quiera, no puedo leer a Bachelard. Me conduce a una danza que me deja al cabo extenuada. Bachelard es un país al que se accede a nado y de noche. En ese país está el que yo llamo el Día de los Tiempos. Allí, siento que soy la mirada del primitivo ser que observó el trueno y su centella luminosa sin disponer más que de una interjección para nombrarlo. Soy ese ser-materia, ese ser-germen, esa pre-forma, ese universal antropológico, ese volumen sintiente. Soy materia imaginante.
Escribir no importa nada, no existe. Representar significantes, manipular sustancia hasta darle cuerpo… no existe. Este mismo acontecer discursivo en que me encuentro no existe ni siquiera potencialmente en los momentos cruciales de este día de agotadora danza, de insoslayable danza.
Solo ahora, embebida todavía de alcohol y liquen, mareada aún del viaje, agotada de un exceso de luz, de des-velo, soy capaz de sentarme y re-anudarme.
Y escribo.

“En el fondo de la materia crece una vegetación oscura; en la noche de la materia florecen flores negras. Ya traen su terciopelo y la fórmula de su perfume”
GASTON BACHELARD