domingo, 18 de septiembre de 2011

La literatura, esa contorsión. Virginia Woolf decía algo parecido cuando regresaba de los mundos llanos ajenos a la escritura, al análisis y la glorificación del símbolo. A veces, no quiero escribir. Sobre todo, a veces, no quiero querer escribir. Intento, incluso, no pensar con palabras. “No más palabras, solo un gesto”, escribió Pavese el último día. “El éxtasis quema”, decía Bolaño. “Por escribir casi la palmo”, confesaba antes de irse, escribiendo... A menudo quiero ser en silencio. En esa “media sonrisa oriental” de la que Chantal Maillard habla en “La creación por la metáfora”. No más palabras. Ni el fin como alternativa. Y ningún drama. Solo ese gesto, esa liberación.

4 comentarios:

  1. Luz,
    No tengo palabras.
    Mañana más.
    Un beso sí tengo, M.

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  2. El escritor no puede casi nunca evitar que en su cabeza estén siempre dando vueltas las ideas, las tramas, los personajes, etc. Cualquier situación de las que vive en su vida diaria puede sugerirle o inspirarle un hilo para tejer un relato, una idea para plasmar o un sinfín de posibilidades de creación. Es como una caldera en ebullición a la que hay que ir dando salida, dejar que el agua caliente fluya hasta nuestras manos para que escape de nosostros y pertenezca al mundo, porque casi todo el mundo escribe para los demás.

    Saludos

    J.

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  3. firmo aquí ,capitan.
    yo, marimar, estuve en Caviria, lugar negro y rocoso.
    No hay tinta, no hay negro.
    solo una firma enredada en la tinta.

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  4. un beso Luz
    ¡brindo por la luzneria de escribir ventana!


    marimar

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